Cállate los ojos y de paso hasta los pensamientos
Aprender a callar es todo un arte,
que se aprende con los años y como diría Mecano
también con los daños.
El silencio en tu mente, en tu corazón
y en tu cuerpo que aprendés desde niña
y que se activa con solo una mirada,
un gesto o un incluso al escuchar que llega
a tu casa un vehículo y hay que esconderse
debajo del colchón,
para no enfrentarse al huracán de emociones
que si no te escondés rápido y lo evitás
te lleva entre las patas.
Y que no se te note que estás pensando
porque la Gestapo tiene formas de contralarte
tan sofisticadas que si notan en tu cara
o en tu mirada el asomo de algún pensamiento siquiera
es peligroso para tu salud física y mental.
Y aunque tu mente y tu rostro se callen
y te digás a tí misma soy invisible,
soy invisible, nadie me ve, nadie me ve,
tu cuerpo grita lo que tu mente y alma callan.
Y como decía una amiga mía,
el problema es que cuando uno se calla
le salen subtítulos hasta por los ojos y al final
de nada sirvió tanto esfuerzo por esconder
esos pensamientos de escape y de libertad,
porque llegan a ser capaces los hombres y las mujeres grises
de leerte tan bien que te censuran incluso antes
de que te des cuenta que estás intentando pensar.
Cállate y deja que la implosión interna
haga explotar las entrañas de todo tu ser.
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